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lunes, 9 de julio de 2012

¡ VIVA LA PEPA !




La posesión de un bien, así es como define la Real Academia Española a la felicidad. Dicha satisfacción es difícil de explicar, pues para cada persona tiene un significado u otro. Ahora bien, ¿quién no desea ser feliz? Hay quienes opinan que para ser feliz tienen que haber formado una buena y bonita familia, pero también hay quienes creen que es el dinero quien da la felicidad. Yo en cambio, soy de la clase de personas que piensan que la felicidad está dentro de uno mismo.  Nuestra felicidad no depende de que nos toque la lotería, o de que todo sea fácil en nuestra vida, sino que se trata de una cuestión de actitud ante las circunstancias y sobre todo, de una semilla que se debe regar día sí y día también.
 
Aparentemente no existe relación alguna entre la felicidad de la ciudadanía y la Constitución, norma fundamental que regula las cuestiones esenciales de la organización de una sociedad, desde los elementos más importantes de las instituciones del Estado, hasta los derechos, libertades y obligaciones de los ciudadanos y los mecanismos para hacerlos efectivos. La Constitución de 1812, que el pasado 19 de marzo cumplió su bicentenario, se preocupaba por los Derechos del ser humano ya desde el siglo XIX. Fue ella la que insufló un concepto nuevo y actual: la idea de la felicidad. Resulta paradójico entender cómo en medio de aquella masacre que fue la Guerra de la Independencia, con todo lo que había por hacer, aquel grupo de hombres tan diferentes se pusieron de acuerdo y fijaron en el Título II, Capítulo III, Artículo 13: “el objeto del Gobierno es la felicidad de la nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.

El historiador José María García León a la hora de valorar lo que fueron las Cortes de Cádiz recalca que tiene una vinculación muy cercana con el periodismo, pues gracias a ellas se produjo el nacimiento del moderno periodismo político. “Los diarios proliferaron de manera increíble y fueron muy activos, por el decreto de libertad de imprenta, aprobado el 10 de noviembre de 1810. Si uno los lee, puede ver las crónicas de las sesiones y seguir lo que pasaba de manera muy pormenorizada. Fuimos la élite del periodismo mundial”.


CELEBRANDO LOS 200 AÑOS de aquella Constitución tan importante me hace pensar en aquel derecho a la felicidad el cual se fue velozmente, pero no por ello significa que ahora los ciudadanos no tengamos derecho a ser felices, no. Sino que lo triste es que uno de los derechos más bonitos de la historia de España se haya echado a perder y que haya durado dos escasos años. El problema de que esta Constitución no tuviese tanto arraigo en nuestro país se debe por la gran preocupación de echar a los franceses, la guerra. También hay que añadir, dice José María García León, que por aquel entonces, con un 90% de analfabetos y sin burguesía media, era difícil que se pudiese esparcir y asimilar las ideas de la Pepa.
¿No sería un verdadero lujo optar con el artículo XIII en nuestra actual Constitución? Algunos países como Brasil han discutido la posibilidad de incluir una enmienda a su actual Constitución de 1988, para poder añadir la búsqueda de la felicidad como un derecho social esencial. Otros países como Corea del Sur y Japón, la felicidad está consagrada en sus constituciones como un derecho inherente a cada individuo y la sociedad.

Este artículo de la Constitución de la Pepa, tuvo la influencia de diversos países y de sus documentos constituciones. Así pues, unos años antes, el producto jurídico más importante de la revolución Francesa de 1789 fue la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, la cual se aprobó el 26 de agosto de ese mismo año. En su preámbulo alude también a la felicidad como objeto del Gobierno de la Nación: “Los representantes del pueblo francés constituidos en Asamblea Nacional (…) han resuelto exponer en una Declaración solemne los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre; (…) para que las reclamaciones de los Ciudadanos, al ser dirigidas por principios sencillos e incontestables, puedan tender siempre a mantener la Constitución y la felicidad de todos”

A su vez, este texto también tuvo una influencia del primer artículo de la Declaración de Derechos de Virginia de 1776, prefacio de la actual Constitución de Estados Unidos. Uno de los textos emblemáticos del constitucionalismo universal de dicha declaración proclama: “Todos los hombres son igualmente libres e independientes;(…)a saber, el goce de la vida y de la libertad con los medios de adquirir y poseer la propiedad y perseguir y obtener la felicidad y la seguridad”.

Otras de las influencias que dicha Constitución tuvo en cuenta fue el tercer párrafo de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América, firmada el 4 de julio de 1776 expone: “Consideramos que las siguientes verdades son evidentes: I. Que todos los hombres son creados iguales. II. Que les han sido otorgados por su Creador ciertos derechos inalienables, entre ellos: la vida; la libertad; y la búsqueda de la felicidad”. A diferencia de la Pepa, esta declaración, advierte que no es que tengan Derecho a ser felices, sino que tienen derecho a buscar la felicidad. Ahora bien, ¿ser feliz es justicia?.

YA LO DECÍA PLATÓN, “sólo el justo es feliz y desdichado el injusto” pues para él la justicia se identifica con la felicidad.  Según el filósofo, en algunos casos, el justo puede ser infeliz y el injusto feliz. Sin embargo, cree que es preciso que los ciudadanos sometidos a la ley piense que sólo es feliz el justo. Por esto Platón justifica el mentir del Estado cuando garantiza la obediencia de la ley y acepta que para el Gobierno la justicia, es decir, lo legal, se encuentre por encima de la verdad. Hay casos en los que resultaría difícil estimar la escala de valores, un ejemplo es la decisión no tan simple de un esclavo por la preferencia de la vida o la libertad.
Así pues, el orden social será considerado justo cuando reglen la conducta de los hombres de modo que todos queden satisfechos y logren la felicidad. Por todo ello, no puede existir un orden social justo que garantice la felicidad de todos, ya que generalmente la felicidad de uno modificará la felicidad de otro, pues el ser feliz es contagioso. 

LA FELICIDAD VA MÁS ALLÁ de la justicia, y es que el slogan de una de las marcas más famosas del mundo Coca-Cola es, nada más y nada menos que ‘felicidad’. El pasado 8 y 9 de abril se celebró en Madrid el II Congreso Internacional de la Felicidad Coca-Cola. Uno de los más apasionados de la ciencia en nuestro país es sin duda Eduardo Punset, quien dirigió dicho congreso. Para Punset, la felicidad es ‘la ausencia del miedo’.
Grandes y curiosos datos han salido a la luz tras el I Congreso de Felicidad Coca-Cola que se celebró en el 2010. Entre ellos se destacan los más curiosos: nueve de las primeras diez naciones más felices están en Latinoamérica, el país más feliz del planeta es Costa Rica. En cuanto al posicionamiento de España se encuentra en el puesto número 76. Aún así, el 85% de los niños españoles se consideran felices y hace que se sitúen en un segundo puesto a nivel mundial. La felicidad también condiciona a la economía dado que estudios afirman que el 97% de los españoles creen que si fuesen felices rendirían más en el trabajo.

RETOMANDO LA CONSTITUCIÓN DE 1812, muchos son los que piensan que hemos perdido una oportunidad de oro al celebrar como es debido el bicentenario de la que fue ¡Nuestra primera Constitución! No ha sido suficiente con lo que la actual alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez ha intentado hacer por rememorar a las Cortes de Cádiz. La alcaldesa cree que esta conmemoración es más de Estado que de ciudad. Al igual que ella piensa el historiador García León, quién se atreve a decir que “nos han dejado muy solos, pues no es una fiesta local, sino que va más allá, pues ni el Ministerio de Cultura se ha implicado como debería de haber hecho, ni la Academia de Historia.” Además, se queja de no haber realizado ningún tipo de documental o película emitido por televisión, haciendo referencia al gran aniversario de La Pepa. 
Al margen de los problemas, siempre nos quedará el magnífico artículo XIII de la Constitución de 1882: ““el objeto del Gobierno es la felicidad de la nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.
Este bicentenario sirve para recordar lo que fuimos y pudimos haber sido. Que me digan que no es bonito. ¡VIVA LA PEPA!





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